ESTELA CANTO
BORGES A CONTRALUZ
EMECE

Páginas: 296
Tamaño: 13.5 x 21.0 cm.
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789500442619

Publicado en 1989, cuando el muerto reciente era un padre etéreo al que los escritores argentinos buscaban matar otra vez, Borges a contraluz es un testimonio desnudo, desencadenado, un ejercicio fundante de chismografía y lectura que diagnostica la zona donde se espasman la vida y la obra del escritor en español más importante desde Quevedo. La intimidad débil de Borges ya era objeto de burlas no tan solapadas en los años treinta. Estela Canto, escritora satelital del grupo Sur, heroína resistida por el núcleo duro, traductora heroica y bailarina espía en el departamento de Santa Fe y Ecuador de los Bioy, en el que se pergeñó el giro fantástico de la literatura latinoamericana, conoció a Borges, leyó bien a Borges, se dejó amar por él y en el final de su vida decidió deslenguada, pilla, vibrante, enloquecida contar lo que sabía. Incluyó sus cartas. En el tercio de siglo que pasó desde entonces, Borges no sólo obtuvo una unanimidad que lo perturbaría, sino que además fue leído tal como lo propuso su viuda más infiel: como un hombre que dejó en su obra inmortal trozos calientes de intimidad, de vida. Es hora de ejercer la actividad que Borges más amaba: la de volver a leer.

BORGES A CONTRALUZ

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BORGES A CONTRALUZ
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Publicado en 1989, cuando el muerto reciente era un padre etéreo al que los escritores argentinos buscaban matar otra vez, Borges a contraluz es un testimonio desnudo, desencadenado, un ejercicio fundante de chismografía y lectura que diagnostica la zona donde se espasman la vida y la obra del escritor en español más importante desde Quevedo. La intimidad débil de Borges ya era objeto de burlas no tan solapadas en los años treinta. Estela Canto, escritora satelital del grupo Sur, heroína resistida por el núcleo duro, traductora heroica y bailarina espía en el departamento de Santa Fe y Ecuador de los Bioy, en el que se pergeñó el giro fantástico de la literatura latinoamericana, conoció a Borges, leyó bien a Borges, se dejó amar por él y en el final de su vida decidió deslenguada, pilla, vibrante, enloquecida contar lo que sabía. Incluyó sus cartas. En el tercio de siglo que pasó desde entonces, Borges no sólo obtuvo una unanimidad que lo perturbaría, sino que además fue leído tal como lo propuso su viuda más infiel: como un hombre que dejó en su obra inmortal trozos calientes de intimidad, de vida. Es hora de ejercer la actividad que Borges más amaba: la de volver a leer.